Anónimo. “Retrato de Anacleto Medina”. Uruguay, hacia 1830.
Detalles
AUTOR NO IDENTIFICADO
“Retrato de Anacleto Medina”. Uruguay, hacia 1830.
Gouache sobre marfil oval, sin firma. Detrás, la indicación del retratado y sobre una cinta de papel, manuscrito: “Medina // perteneciente a Joaquín Requena”. Medidas: 8,2 x 6,5 cm. Ex colección Juan E. Pivel Devoto.
Sobre Anacleto Medina (1788 – 1871) escribe José Fernández Saldaña: “Soldado de la Independencia, brigadier general del Ejército. Poseedor de una de las más nutridas y brillante foja de servicios que nadie haya tenido en la República, comprometió para siempre su limpia reputación por su actitud de inexplicable debilidad en el terrible episodio de Quinteros”. [1]
Protagonista de una época tan convulsa, la historia lo encuentra en los más diversos episodios bélicos relatados tanto por eruditos, como por las historias populares. Por ejemplo, lo hizo responsable del socorro dado a la querida de Pancho Ramírez, el caudillo entrerriano, en la hora de su derrota y muerte. Hasta el propio Bartolomé Mitre cuenta en su “Historia de Belgrano» que Medina la salvó después de realizar una travesía fantástica por tierras chaqueñas… Medina lo desmiente.
Sus horas heroicas las transitó en ambas orillas del Plata; formó parte de los Blandengues de Artigas y de las fuerzas entrerrianas de Ramírez. Actuó bajo las órdenes de Fructuoso Rivera y Juan Lavalle. El primero, a cargo del gobierno oriental, lo promovió a brigadier general. Sagaz en la conducción de sus hombres, se destacó por la valentía puesta de manifiesto en cada acción militar; así lo premió Rivera con su espada, nombrándolo además General en Jefe del Ejército en Campaña en los años 1845 y 1846. En 1851 se incorporó a la coalición militar reunida por Urquiza y fue designado Jefe de vanguardia del Ejército, tomando parte en la batalla de Caseros que derrotó a Rosas. De retorno a su patria, el presidente Gabriel A. Pereira, su correligionario y amigo, lo nombró Jefe de todas las fuerzas del Ejército para combatir una sublevación.
Con tan alta responsabilidad enfrentó a los sublevados al mando del general César Díaz, que firmaron su capitulación con la garantía de la vida, pero el presidente Pereira desconoció este acuerdo y le impuso a Medina actuar con todo el peso de la ley que declaraba “reos de lesa patria” a los rebeldes. Medina se resignó a dar cumplimiento a la orden el 2 y 3 de febrero de 1858, así fue el protagonista de la llamada Hecatombe de Quinteros: más de ciento cincuenta soldados, doce jefes de alta graduación y nueve oficiales fusilados. Aquel episodio marcó el resto de sus días. Ya anciano, en 1871 regresó a las armas junto al coronel blanco Timoteo Aparicio en la llamada Revolución de las Lanzas. Casi ciego, confundió una partida enemiga con fuerzas propias; cayó prisionero y fue cruelmente ejecutado, en julio de aquel año.
El presente retrato, miniatura sobre marfil, nos lo muestra en plena madurez, con su uniforme militar de Teniente Coronel de Caballería. La obra perteneció con anterioridad a Joaquín Requena, (1808-1901), docente, jurista y escribano, coautor del Código Rural del Uruguay y rector de la Universidad de la República.
Nota:
1. José Fernández Saldaña, “Diccionario uruguayo de biografías 1810 – 1940”, Montevideo, Editorial Amerindia, 1945, pp. 817 – 822.
USD180