Por Ramón Cuadra Cantera
Cinco hijas tuvo, en su matrimonio con Guma Muñoz del Campo, el escultor José Luis Zorrilla de San Martín. Concepción Matilde, conocida simplemente como China, fue la segunda y la que alcanzó mayor popularidad con su pasaje por el teatro, el cine y la participación activa en los medios de comunicación, actividades que la colocarían en el imaginario colectivo y el patrimonio espiritual de ambas naciones rioplatenses.
Sus hermanas bien pueden, sin embargo, llenar también un capítulo interesante, pues cada una supo desenvolverse en diversos campos de la cultura. A todas supo acompañar José Luis en sus caminos vitales, y prueba de la reciprocidad entre hijas y padre es la colección de obras de arte que, sin querer, pero por gracia del artista, ellas conservaron como testimonio de la unidad y el cariño que definieron a ese clan tan intensamente rico y empático.
Preciso es señalar que la obra de José Luis Zorrilla de San Martín no puede circunscribirse únicamente a su escultura. El artista, en su larga carrera, transitó diferentes expresiones artísticas como la pintura, el dibujo, el grabado, la cerámica, las caricaturas y la ilustración de libros, todo ello con la misma solidez y riqueza plástica con que elaboró su obra escultórica.
La exhibición de las obras de José Luis que conservaba su hija China, en el marco de la subasta a la que nos invita este catálogo, nos permite repasar esta prolífica labor artística con ejemplos de cada una de sus expresiones creativas. Hagamos, pues, un recorrido por la obra del artista que se ilustra en estas páginas, en el que ampliaremos la mirada, también, a la gran magnitud de su trayectoria.
Dos períodos claramente definidos dan estructura a la trayectoria de José Luis Zorrilla. En el primero, el de sus años juveniles al despuntar el siglo XX, encontramos una pintura enfocada al juego de la luz, en una comprensión del color postimpresionista que lo acerca, en cierta manera —basta recordar el retro de Don Balbino, del año 1907— a la obra de Carlos Federico Sáez.
En el segundo período será el volumen el que señale la definición compositiva, incluso en su pintura, consolidándose en un segundo viaje a Europa que lo llevó a París entre los años 1922 y 1926, tiempo en que realizó el monumento Al Gaucho ante la presencia del escultor francés Antoine Bourdelle.
Es aquí que surge el artista maduro que diversificará sus temas hacia lo religioso, lo mitológico, lo histórico, lo criollo y lo alegórico, todo con un sentido plástico evocativo que sin embargo no se pierde en lo pretérito sino que se intercepta en el presente, donde ahonda su raíz para proyectarse al porvenir.
La temática religiosa —comencemos— fue del interés de Zorrilla desde sus inicios artísticos, fruto de su propio ambiente familiar, donde la fe inquebrantable de Don Juan Zorrilla de San Martín habrá sin duda guiado el interés de su hijo hacia el arte cristiano.
Datan de estos años de juventud algunos encargos recibidos de parte de las amistades familiares, como el del Dr. Alejandro Gallinal para la capilla de Cerro Colorado o el de la Sra. Bentevis de Artagaveytia para su estancia en Colonia, sin olvidarnos, en este punto, de los padres capuchinos vecinos del taller del artista, que deseaban que José Luis decorara la parroquia de Nuestro Sagrado Corazón en Punta Carretas.
También en su estadía francesa recibió el artista dos encargos de índole religiosa, con un San José para la iglesia Saint-Dominique de París y una Piedad para la tumba de la familia Correa, trabajo, este último, al que José Luis le guardaría gran afecto y que habría de constituir uno de los ejemplos más importantes en su literatura escultórica.
El interés por lo religioso no se agotó tras su regreso a Montevideo, donde el artista trabajó en las pinturas al fresco que decoran la capilla de Nuestra Señora de Luján, en la Cárcel de Mujeres de la calle Cabildo, o en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen la Mayor, en el Cordón, para la que diseñó pinturas al fresco, óleos y vitrales, de los que sólo estos últimos pudieron concretarse, quedando en el taller los bocetos del ábside, de las pechinas de la cúpula y del presbiterio, junto a los óleos de las estaciones del Via Crucis.
También la Diócesis de Salto le encargó cuadros con los que decorar las hornacinas de la catedral de este departamento, amplio proyecto del que solamente se realizaron dos obras: San Miguel Arcángel y El bautismo del Señor, temática apropiada para un templo dedicado a San Juan Bautista.
Salto le encargó, asimismo, un cuadro de San José con el Niño para su antiguo Seminario Menor, en el que José Luis eligió representar a Jesús no en su niñez, como habría sido habitual, sino en la adolescencia temprana. Innovador para la época, y merecedor por ello de la admiración, Zorrilla interpretó al Niño Dios leyendo la escritura mientras recibe la protección de su padre adoptivo. Con el tiempo este cuadro pasó a integrar el acervo de la catedral de Salto donde se encuentra actualmente. De este trabajo conservó China un estudio inicial, reproducido aquí en la página 23:

Lote 2. San José y el Niño Jesús
Promediando el siglo le fue encargado a Zorrilla la realización de un cuadro de la Santísima Trinidad para el nuevo presbiterio de la parroquia de la Santísima Trinidad en la capital del departamento de Flores. Tras varios estudios, alcanzó el artista la unidad de color e imagen y logró representar a Cristo entregando la humanidad al Padre, llevado por los ángeles, en una gama de grises que profundizan el fondo de la escena y donde la calidez del color central acentúa la unidad trinitaria de Dios, evocación estilística que nos recuerda los trabajos de José de Ribera o del Greco. De este trabajo se conserva un estudio, apreciable en la página 21.

Lote 1. Santísima Trinidad
Recurrente y caro en la obra plástica de Zorrilla es San Francisco, el Héroe de Asís, como lo llamó Juana de Ibarbourou. Son innumerables los dibujos que mantuvieron al artista concentrado en la tarea de plasmar la humildad del santo, como en el caso de la preciosa ilustración que diseñó para la portada del libro Hermano lobo y otras prosas, de Gustavo Gallinal, o como en el que encontramos aquí, en la página 24, de profundo sentido escultórico.

Lote 3. San Francisco de Asís
Incontables son también los estudios, dibujos y yesos con lo que Zorrilla abordó la pintura histórica, temática que consolida entre héroes y héroes anónimos, gauchos e indios en entreveros y criollos de la patria vieja que al sonido de la guitarra entonan cielitos y vidalitas bajo la atenta mirada de sus pares y apuestas mujeres.
“Gaucho, naciste en la juntura de dos razas, como en el tajo de dos piedras nacen los talas.” Así lo definió el poeta Fernán Silva Valdés, y así lo entendió también Zorrilla, atraído por el contenido simbólico de ese personaje tan nuestro, que une dos razas para dar nacimiento a una nueva, genuina de esta tierra. Lo representa en la batalla, joven o maduro, con el entrecejo fruncido y el grito de libertad en los labios, o afincado como un hacendado en su tierra, con el sombrero panza de burro y el pañuelo serenero, aunque pronto a defender la libertad que lo sostiene.
Las dos carbonillas y tizas de temática gauchesca que aquí encontramos, destacadas en las páginas 26 y 27, se enriquecen además con otro detalle: están dedicadas a su hija China, señal de la paternidad cariñosa propia de ese ser humano gentil y humilde dispuesto a brindar lo mejor de sí con el añadido de un abrazo resumido en la frase simple, pequeña y amorosa. Así lo recuerdo, cordial y amable, un hombre cuyo aplomo nada perturbaba y que siempre permitía a los demás formar parte de su entorno, incluso sin que uno mismo se diera cuenta.

Lote 5. Gaucho hacendado
El dibujo era para José Luis Zorrilla de San Martín materia corriente. Son incontables las ocasiones en que pude verlo sentado en su escritorio, carboncillo en mano, llenando una hoja de trazos para dar forma a la figura imaginada. No le molestaba que lo vieran dibujar, y lo hacía con la soltura con la que conversaba, con la ingenuidad de un niño que convierte una cáscara de nuez en una embarcación y con la magia del alquimista que transforma la epidermis del papel en una obra perdurable.
Tanto en la escultura como en la pintura cada obra nueva que abordaba era estudiada minuciosamente en una serie de dibujos previos, convocando al modelo cada vez que quería descifrar una nueva forma y haciendo uso de la realidad para representar su idea sin ceñirse a lo puramente imitativo. Partía siempre de un primer boceto, “el de la inspiración”, como lo llamaba, y a partir de ahí realizaba las modificaciones que lo llevaban al estudio definitivo. Recuerdo y practico hasta hoy su gran consejo: “Conserva el primer dibujo, no lo tires. Pon un papel de calco sobre él y dibuja otro con la modificación que quieras, y así sucesivamente. Pero el primero siempre se guarda.”

Lote 8. León de Nemea
Estos dibujos y bocetos son obras que hablan y valen por sí mismas. Algunos de los que China conservó, como el que encontramos en la página 8, son reconocibles inmediatamente: se trata, en este caso, de un estudio de El León de Nemea para su serie de óleos sobre Los doce trabajos de Hércules, iniciada en París y terminada en Montevideo, de la que además concretó dos esculturas para los episodios Hércules y el león de Nemea y Hércules y la cierva de Cerinea.
De la misma manera en que dominaba la figura humana se movía con solvencia en la figura animal. La demostración es patente en el dibujo de ese ciervo o chivo mitológico que China enmarcó con cariño y colocó en una de las paredes de su casa, reproducido en la página 7.

Lote 7. Cabra mitológica
Queda a la luz en este catálogo, todavía, otra faceta de José Luis, donde el artista se deleita en su facilidad plástica y lleva a un grado expresionista los rasgos humanos, buscando en gestos y expresiones, a través de la deformación, las características que convierten al personaje en un prototipo, efecto que practicará y conseguirá también en la escultura bajo el nombre de grotescos. Acercándonos a la página 44 encontramos, así, un dibujo un tanto daumienesco o leonardesco, que así denomino en virtud de la vinculación caricaturesca que Daumier y Da Vinci practicaron como un scherzo en sus obras, y que tampoco fue ajena a nuestro José Luis.

Lote 19. Caricaturas
En el desarrollo de la escultura de principios del siglo XX la inspiración mitológica fue clave, y bien podemos encontrar en Zorrilla esta sensibilidad propia de su tiempo, una vertiente destacada tanto en su escultura como en su pintura. Contemplamos así, en la página 33, el estudio de una hermosa Cabeza de Bacante, carbonilla iluminada con tiza en una clara inspiración renacentista que, en lo más profundo, es la que define el estilo del artista.

Lote 12. Bacante
Supo interpretar, asimismo, el nacimiento mitológico de la especie humana en la expresión de una Mater Genitrix, obra proyectada por encargo —aunque no concretada— para el pabellón de niños del Hospital Pereira Rossell y de la cual podemos apreciar en esta exhibición una fundición en bronce del primer boceto, ilustrada en la página 37: se trata de una mujer rodeada de infantes que escucha atentamente a un pequeño Cupido, símbolo del permanente enamoramiento que deviene en la prole.

Lote 15. Venus Genetrix
Juan Zorrilla de San Martín fue, hasta su muerte, acaecida un 3 de noviembre de 1931, un asiduo visitante al taller de su hijo. Finalizada la ilustre vida, el Senado y la Cámara de Representantes reunidos en Asamblea General decretaron la creación de un monumento en su honor, proyecto que le demandó a José Luis muchos largos años. Varias fueron las diferentes modificaciones que ensayó sobre primer proyecto hasta llegar al actual, que se encuentra en la rambla montevideana frente al camino de entrada que nos conduce al faro de Punta Carretas.
Descubierto un 28 de diciembre de 1975, fue un esperado homenaje al que su autor no llegó a estar presente, habiendo fallecido en mayo de ese mismo año. Dentro de los posibles cambios que fue estudiando el artista existió uno donde el conjunto se coronaba con una figura del poeta eterno que canta la gloria de la patria portando la lira y el ramo de laurel. En color verde con toques de negro y blanco, que nos remiten al bronce con que la escultura se habría realizado, encontramos en la página 31 el estudio para esta creación.

Lote 10. Alegoría de la poesía
Lo alegórico era, para el escultor, la manera sensible de eternizar una idea. Esa es, en verdad, la función de toda alegoría. Así, cuando aborda el cuadro de La leyenda patria, inspirado en el poema homónimo de su padre, se sirve de este recurso que nos es apreciable en los bocetos, uno de ellos presente aquí en la página 30, donde una figura de mujer con gorro frigio, escudo y manos alzadas simboliza la patria que acompaña e impulsa con gesto heroico la acción de los valientes durante el juramento de los Treinta y Tres Orientales, imagen que nos recuerda los recursos alegóricos de Rude y Delacroix en el Arco de Triunfo de París y en La libertad guiando al pueblo.

Lote 9. Alegoría de la libertad
Si París lo deslumbró y le abrió el camino de artista, lo íntimo de su familia fue el refugio donde encontró la inspiración y el nexo con su tierra. La lectura de temas criollos lo guiaría hacía la creación plástica de personajes como Viejo Vizcacha, o de pleno sentido patriótico como Artigas anciano, para el cual le posó un labriego italiano de los Abruzos, apellidado Pignatelli, el mismo modelo que había utilizado Rodin para su San Juan Bautista.
También sus hijas pequeñas o la elegancia de su esposa quedaron plasmados en su obra. Podemos apreciar, en la página 32, un dibujo de tamaño respetable: se trata de Bimba, Guma Muñoz del Campo de Zorrilla de San Martín, la mujer del artista que habría de acompañarlo toda su vida, la musa cotidiana, la ocurrente y la impagable mujer de gracia singular, hilaridad exquisita, gracejo en el decir y ocurrencia en los versos, la que de la circunstancia más insignificante podía realizar el más epopéyico poema que despertara la carcajada y la admiración.

Lote 11. Bimba en París
Zorrilla supo acompañar los triunfos de su hija actriz con alegría y modestia, y también con el agradecimiento, que demostró con lo más íntimo que podía dar: su obra, acompañando de este modo el inicio de la carrera artística de China al ilustrar el programa de la obra donde tuvo su primer papel protagónico, La Anunciación a María, de Paul Claudel, dirigida por Román Viñoly Barreto en el Auditorio del SODRE en un temprano 1943.
Dio forma, asimismo, a un singularísimo bronce que quizás el artista haya sentido de manera especial: las máscaras de La tragedia y la comedia, que aquí no aparecen separadas sino superpuestas, con el añadido de una mano que remueve la máscara de la tragedia para revelar la de su contraparte, la comedia, donde China brilló al hacer reír, con el talento notable de haberlo logrado sin jamás caer en lo burdo. Ambigüedad, dolor y risa, este bronce, reproducido en la página 39, nos representa al ser humano que tanto sintió e interpretó Zorrilla lo mismo que su hija China, cuando en sus personajes dejaba al descubierto la amplitud del alma humana y sus más insospechados rescoldos.

Lote 16. La comedia y la tragedia
Necesario es señalar, en este catálogo, la presencia central de un par de óleos complementarios: Calíope y Polimnia, las musas de la elocuencia, de la poesía sacra y los cánticos sagrados, representadas en la forma de dos máscaras teatrales rodeadas de una multitud de gnomos que en sus gestos y actitudes denuncian el origen que las caracteriza.
Fotografiadas aquí en la páginas 34 y 35, son obras que engalanaron durante muchos años el comedor de la casa montevideana de la calle 21 de Setiembre y que viajaron luego con China a su domicilio en Buenos Aires, donde también disfrutaron de un espacio central, apreciable en las múltiples visitas realizadas por la prensa y los fotógrafos. Se trata de dos óleos sobre madera sujetos por un marco dorado y tallado por el propio artista en un estilo que juega libre entre lo barroco y lo cuzqueño, y donde podemos apreciar la gran artesanía del maestro escultor, conocedor del oficio, de su gramática, con la que sabía escribir la poesía artística en la libertad de los medios absolutos.

Lote 13. Calíope
Digna de especial mención es también la Mano del artista, presente en la página 41 y concretada aquí en un calco en bronce que porta, en secreto, la magia de la creación y el mundo interior que se descubre en sus obras, así como la del padre que acaricia o el amigo que la estrecha. La mano de José Luis Zorrilla de San Martín, la mano del artista, que con su gesto acompaña no solamente la cumbre de misterios y ensueños que tenía su palabra, siempre interesante, atrapante y rica, sino la acción de amasar la tierra informe para crear de la materia la estatua que atraviesa el tiempo con la huella del artista a cuestas.

Lote 17. La mano del artista
Así como en otro tiempo y con los zapatos cubiertos del polvo del taller llegaba José Luis a saludar a su hija en cada uno de sus triunfos, también hoy, en esta exhibición para la subasta de la Colección China Zorrilla, y coincidiendo con el centenario de su nacimiento, vuelve el escultor a acompañarla, eterno en su obra y en una unión entre padre e hija que no conoció distancia.