La predilecta de las damas: Freccero y la calle 25 de Mayo

4/05/19 | Historias uruguayas, Lecturas

En el siglo XIX la calle 25 de Mayo —la primera de nuestra ciudad que conoció el empedrado y la iluminación nocturna a vela— era la principal vía de Montevideo. Y lo era desde los tiempos españoles y cisplatinos, pues constituía el ingreso a la ciudad amurallada a través del Portón de San Pedro. “La calle de las tiendas, la predilecta de las damas”, la denominó en sus crónicas Isidoro de María, pues se trataba del centro comercial de la ciudad, donde desde temprano se ubicaron las tiendas más consagradas y las residencias más opulentas.

“¿Qué tendría la calle de las tiendas para ser la predilecta del señorío? La posición central, la costumbre y la necesidad de ir a proveerse en ellas de los géneros para el vestido, el tapado, la cinta, la trencilla, los broches, las agujas y otros menesteres, incluso el pocillito de pomada y el agua de lavanda. Fuese por lo que fuese, con buen tiempo no faltaban en la tarde damas a dar su vueltita por ella”, nos recuerda De María en sus “Crónicas de Montevideo Antiguo”. Y hasta ya entrado el siglo XX la 25 de Mayo mantuvo intacto su empaque señorial, su aire de calle tradicional y elegante, como en la época en que servía de conexión con los extramuros.

Y tan tradicional era la antigua 25 de Mayo que sus residentes, quizás intentando suspender el tiempo, apegados a sus tradiciones y mirando con desconfianza la modernidad, creyeron posible detener la aparición de un nuevo y ruidoso personaje en la fisionomía de la ciudad: el tranvía y los rieles por los cuales correría. “Los firmantes de la protesta, que eran casi todos los propietarios, comerciantes e industriales de esa calle, invocaban dos razones en apoyo a su actitud: que el tranvía dificultaría la circulación de carruajes y el movimiento de carga y descarga de mercadería”, relata Eduardo Acevedo en los “Anales Históricos del Uruguay”.

“El atardecer renovaba las elegancias que tomaban el rumbo del Teatro San Felipe o de la vieja Confitería Oriental”, narra Ricardo Goldaracena en el Diario El Día de julio de 1981, “donde don Julio Herrera pontificaba rodeado de una tertulia que integraba lo más exclusivo de la juventud política e intelectual de aquellos años. En la esquina de Juan Carlos Gómez, entonces llamada Cámaras, la librería Barreiro conoció también tertulias inmortales en las que una discusión por una trivialidad literaria o por la sesuda interpretación de un texto clásico podía tener como protagonistas a Don Juan Zorrilla de San Martín o Don Samuel Blixen”.

Hoy 25 de Mayo es una estruendosa romería en horario bancario y central. Después, hacia la noche, la van ganando el silencio y la soledad. Sin peatones, con un tránsito mínimo, la calle bosteza a esa hora la fatiga de todo un día de ajetreos. Muchos de los símbolos que la hicieron memorable han ya desaparecido; muchos de los emblemáticos comercios por los que caminaron generaciones de montevideanos y que los memoriosos recuerdan y recordarán, son parte del pasado. Todavía uno permanece viendo avanzar el tiempo: la fachada de la casa Freccero y el aire de elegante quietud de otra época que tras su persiana aún conserva su salón.

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