Durante la primavera de 1939, los ecos de una guerra lejana no lograban modificar sustancialmente la vida en las capitales del Plata. Sólo se apreciaba la preocupación de aquellos que temían por la suerte de familiares y amigos en una Europa que retomaba el camino de la autodestrucción. Sin embargo, el rito nocturno de las familias rioplatenses ya no era el mismo. Por Diego M. Lascano
