José Gurvich y su identidad

25/10/22 | Arte uruguayo, Lecturas

Por María Eugenia Méndez*

José Gurvich nació en Jieznas, un pequeño pueblo de Lituania, ubicado a pocos kilómetros de Vilnius, el 5 de enero de 1927, en una familia tradicional ashkenazi muy humilde, donde se cultivaban valores nobles y el amor filial. Fue llamado por sus padres Zusmanas Gurvicius, y le decían Yuski, en idish, su lengua natal.

En 1932, el pequeño Yuski viajó en barco junto a su hermana Miriam y su madre, Jaie Galperaite, para encontrarse nuevamente con su padre, Jacobo Gurvich, quien había emigrado un año antes a Montevideo.

Motivado por su vocación artística, en 1942 se inscribió en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde fue alumno de José Cuneo. Al siguiente año comenzó estudios de música y violín con el profesor David Julber, donde coincidió con Horacio Torres, el hijo menor del maestro Joaquín Torres García, a quien conoció en 1944, tras lo cual ingresó al Taller Torres García (TTG).

En 1955 expuso en Roma y viajó al kibutz Ramot Menashé, en el norte de Israel, que fue fundado entre otras personas por su hermana Miriam, donde Gurvich se desempeñó como roeh —pastor de ovejas— además de continuar pintando. En el kibutz, donde se fomentaba la igualdad social, fue invitado a realizar un importante mural para el comedor comunitario. Esta experiencia le permitió profundizar en su identidad judía, lo cual se reflejó en sus pinturas, es así que aparecieron claras alusiones a la religión judía, al kibutz y a su tarea pastoral.

En agosto de 1960, se casó con Julia Añorga —conocida como Totó—, su gran compañera de vida y promotora apasionada de su arte, con la cual tuvo a su único hijo, Martín, en 1963. Años más tarde Totó recordó sobre Gurvich: “Le encantaba el kibutz, el sistema más perfecto de convivencia humana, sostenía […] Lo motivaba y lo conmovía Israel, se sentía en casa.” De su primer viaje destacan las obras: Atardecer en el kibutz (1955), Paisaje del kibutz (1956), Miriam (circa 1956), entre muchas otras con alusión al kibutz.

En 1964 viajó nuevamente a Europa e Israel, radicándose en el kibutz. De esa época existen obras muy destacadas, con referencias claras a la vida cotidiana que llevaban en comunidad. En 1965 retorna a Montevideo donde pinta: Januca (1966), Evocación de Yezne en Ramot Menashé (1969). En 1969 realiza su tercer viaje por Europa e Israel, allí reconectó con sus raíces religiosas judías, ya que su madre se encontraba muy enferma, y en su homenaje pintó temáticas explícitamente bíblicas: La anunciación de Sara (1969), El sacrificio de Isaac (1969), Muerte de Sara (1969), Sueño de Jacob (1970), La Creación (1970), entre muchas otras obras.

En 1970 llegó con su familia a Nueva York, donde residían ya algunos de sus amigos del TTG: Alpuy, Fonseca y Horacio Torres. Aquellos años no fueron fáciles para la familia, sin embargo la suerte cambió tras la solicitud del galerista Joachim Jean Aberbach, quien le encomendó al artista realizar una serie de seis pinturas sobre temáticas judías: Shabat (1973), Shavout (1973), Sucot (1973), Januca (1973), Purim (1973) y Pesaj (1973); y además de los encargos pintó también: Caín y Abel (1973) y Muerte de Abel (1973), entre otras.

Estas series, que destacan dentro de su producción, lo llevaron a incrementar la intensidad cromática en su paleta de color, logrando una luz mental propia en cada obra.

En 1973 fue invitado por el Museo Judío de Nueva York con la propuesta de realizar una exhibición retrospectiva, la cual no se pudo realizar por su inesperado y temprano fallecimiento en junio de 1974, con apenas 47 años de edad. En ese momento estaba pintando una nueva versión de la festividad Sucot, que quedó inconclusa.

Gurvich incorporó en sus obras el uso de simbología propia a su identidad judía: la mano de la creación, el ojo de Dios, la estrella de David, la Torá, el Menorá, el Januquiá, el kipá y elementos propios al kibutz, entre otros.

La pintura de Gurvich fue evolucionando, como todo aquello que posee vida, encontrando un universo de figuras, formas y símbolos que devinieron en sus Mundos Fantásticos imaginarios.  No obstante, siempre aparecieron elementos de aquellas experiencias en el kibutz, en alusiones como pequeñas escenas de lo cotidiano, de las viviendas, del trabajo comunitario, de la labor agrícola, del pastoreo de ovejas, de las festividades y de lo simbólico identitario.

Desde 2001 la Fundación José Gurvich fundada por la familia del artista, preserva su legado vigente a través de la difusión de su vida y obra, custodiando ocho colecciones de Gurvich, y difundiendo también la obra de sus queridos compañeros y alumnos del TTG, custodiando quince colecciones específicas, promoviendo así lo individual y lo colectivo, como fue el espíritu de José Gurvich. Asimismo, la Fundación gestiona el Museo Gurvich con doscientas veintiséis obras pertenecientes al Estado uruguayo.

Texto adaptado de “José Gurvich: El mundo simbólico de una identidad”, Revista Solidaria, Kehilá, Montevideo, 2022.

*María Eugenia Méndez: Es Licenciada en Artes (IENBA, UDELAR) y Técnica Universitaria en Museología (FHUCE, UDELAR). Docente Ayudante de la Facultad de Artes (UDELAR) y Directora Ejecutiva de la Fundación José Gurvich.

 

 

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